Algunas especies y conductas ponen en peligro nuestro capital natural.
¿Puede hablarse de plantas buenas y plantas malas? Cuesta pensarlas así. Plantamos una especie porque nos gusta su flor, su fruta, su aroma o el color de las hojas. Sin embargo, hay algunas que están causando estragos en nuestros ambientes, empobreciéndolos, restándoles diversidad.
Entre las especies más populares hay algunas muy dañinas. Como son parte de nuestra cultura, de nuestra historia; estamos acostumbrados a ellas o directamente les tenemos afecto. Las pensamos inofensivas, y nos cuesta aceptar que puedan causar algún mal.
Entre esas especies están nada menos que el pino, el crataegus, el siempreverde, el paraíso y la acacia negra. No son especies nativas: fueron traídas hace ya años de otros lugares del mundo para que nuestros jardines se parecieran a los de Europa.
El problema es que esas especies salieron de los jardines sin ayuda del hombre, y están desplazando a la vegetación nativa a un ritmo desenfrenado. Por ejemplo: cada año que pasa, nuestras Sierras Chicas van siendo cubiertas por bosques extensos y oscuros de siempreverde. Según registros de la bióloga Laura Hoyos de la UNC, en 1983 los bosques de siempreverde de los alrededores de Río Ceballos ocupaban tan sólo 41 hectáreas, y actualmente superan las 1700 hectáreas.
Puede que a mucha gente no le importe que estas plantas invasoras ahoguen los ambientes autóctonos y, por ende, la riqueza de flora y fauna que poseen. Algunos incluso pueden preferir su belleza. Pero el problema no es de ornamentación, hay procesos menos visibles pero muy graves que afectan directamente al capital natural de un ambiente. Concretamente: modifican los bienes y servicios que necesitamos los seres humanos, influyendo directamente sobre nuestra calidad de vida.
Las especies nombradas y muchas otras especies exóticas afectan el ciclo de nutrientes del suelo, reducen la cantidad de agua que podemos aprovechar, aumentan la erosión y agravan la frecuencia e intensidad de los incendios.
El problema con el agua resulta altamente relevante en nuestra región. Estudios realizados por investigadores de las Universidades de Córdoba y San Luis arrojan resultados alarmantes. En nuestra provincia se ha observado que los arroyos cuyas cuencas están dentro de las forestaciones de pinos han sufrido una reducción del caudal del 50 %. También se ha encontrado que especies introducidas como el siempreverde, el crataegus, la acacia negra y el paraíso consumen significativamente mayor cantidad de agua que especies nativas como el molle o el espinillo.
Pionera en su comportamiento Río Ceballos es una de las pocas localidades que prohíbe explícitamente a través del la Ordenanza (1677/08) el uso de algunas de las principales especies invasoras de esta zona. Por otro lado, promueve fuertemente el uso y protección de las especies nativas, promoviendo el uso de especies nativas en el arbolado público (Ord. nº 1677/08) y regulando fuertemente la superficie mínima de árboles y arbustos de cada uno de los terrenos (Ord. nº 1727/09). Sin embargo, estas y otras ordenanzas parecen estar escondidas en algún rincón cubiertas de polvo. Poco y nada hacemos, vecinos y municipio, por cuidar nuestro ambiente. Basta sólo con recorrer la calle principal ¿Cuántos de los árboles plantados por el municipio están bien cuidados?, ¿Cuántos de los árboles de las plazas nuevas son nativos?, ¿Qué plantas tenemos en nuestros jardines? ¿Qué sucederá con los desmontes realizados sobre bosque nativo en los nuevos loteos y urbanizaciones que rodean a nuestra localidad y amenazan la Reserva Municipal Los Manantiales? ¿Se reforestará con nativas? ¿Se impedirá que sigan avanzando sobre el resto de nuestros bosques? No es más fácil, económico y efectivo evitar el desmonte, que luego intentar reforestar, ¿no es más inteligente aplicar una verdadera política de gestión ambiental? ¿Cuánto de lo deforestado es realmente recuperado y recuperable? En muchos casos las topadoras eliminan cualquier posibilidad de recuperación del bosque eliminado, en estos casos la reforestación es más simbólica que verdadera. Si se realiza: ¿Quien hace el seguimiento de esta tarea? En síntesis:¿Qué cuidamos, que valoramos, que priorizamos?...
El cuidado del ambiente no es una cuestión de moda, no es una cuestión publicitaria o una forma de ganar votos pintándonos de “verde”. Tanto vecinos como políticos tenemos que entender que el cuidado y valoración del ambiente, son la garantía de nuestro BIENESTAR y DESARROLLO.
Melisa A. Giorgis1, Cristian F. Schneider2 y Cristian Escribano2
1- Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV-CONICET) UNC, y Ecosistemas Argentinos, Asociación Civil.
2- Los manantiales, Asociación Civil